FUI DESFLORADO POR TRAVESTIS MUY
POTENTES
Cuando
tenía 27 años y era soltero gustaba mucho de ir por las
noches a shows, a los centros nocturnos, especialmente cuando
se trataba de mujeres hermosas. Cierto día fui a un show de
travestís y quedé fascinado.
Aquellos hombres vestidos de mujer se
arreglaban más que cualquiera de las mujeres que conocía; su
vestuario, su maquillaje, hasta sus movimientos, eran más
femeninos que los de cualquier mujer.
Empecé a visitar un centro nocturno
exclusivo, donde cada noche había presentaciones de travestís
que imitaban a conocidas artistas y cantantes. Iba solo, y me
sentaba en una de las primeras mesas, disfrutando a mis anchas
el espectáculo. Nada más de ver esos cuerpos esbeltos
enfundados en medias, con vestidos, seductoramente
maquillados, y con ademanes tan femeninos... me moría de
excitación.
Me imaginaba acariciando esas piernas con
medias, besando esas espaldas con vestidos escotados,
sintiendo esas delicadas manos acariciando mi cuerpo, probando
el sabor del lápiz labial en esos pintados labios.
Como cada noche iba al show, era ya
conocido ahí, incluso en ocasiones los travestís me lanzaban
besos al aire desde el escenario cuando interpretaban a alguna
cantante coqueta. Desde luego, yo me ruborizaba.
Al terminar el show, cuando regresaba a mi
casa, excitado y con el miembro a punto de reventar, me
acostaba y evocaba las imágenes presenciadas, fantaseaba y me
masturbaba una, dos y hasta tres veces, sumamente excitado con
esos cuerpos masculinos tan femeninamente arreglados.
Mi calentura era tal que un día decidí
captar fotos y pedí permiso para tomarles fotos en el
escenario. Desde mi mesa les tomé fotos a cada personaje,
fotos que sabía me ayudarían a masturbarme diariamente.
Cuando
terminó el show me dijo un mesero que habían dicho "las
muchachas" que fuera a los cuartos que usaban como
camarines, pues posarían en conjunto para mi cámara.
Gustoso pregunté por dónde me iba y me
indicó el camino, sonriendo pícaramente al señalar el
pasillo y las escaleras. Llegué a la habitación y estaba
entreabierta la puerta, y toqué tímidamente.
De inmediato salió un travesti. Era una
hermosa chica alta, con largo cabello negro, unos ojos
hermosos y un vestido de noche. “Pásate y siéntate,
enseguida te atendemos”, me dijo con voz ronca, pero
acariciante.
Nos sentamos en unos silloncitos frente a
frente y empezamos a hablar, me preguntó mi nombre, mi edad,
a qué me dedicaba y creo que notaba mi timidez, porque sonreía
maliciosamente. Dijo llamarse Elizabeth. Tenía la pierna
cruzada y dejaba ver parte de sus muslos porque llevaba un
vestido corto. Yo no dejaba de mirar sus piernas, lo que me
tenía en un alto grado de excitación, como si el miembro
quisiera salirse por cuenta propia de mi pantalón.
De repente se oyó un taconeo fuera de la
habitación y dijo “bueno, te dejo
un momento, voy a darme un retoque al maquillaje”
y se puso de pie para irse inmediatamente. Enseguida entró
a la habitación otro travesti y me quedé sin respiración.
Llevaba un camisón transparente y debajo un pequeño
“brassiere” y una tanguita, un portaligas y medias
blancas. Llevaba unas zapatillas altas de tacón, blancas, y
lucían sus labios rojos y pintados una sonrisa seductora.
“Soy Karina”, me dijo con
una voz tan ronca y sensual que me llegó hasta los testículos
haciendo que mi pene saltara de excitación. Me tendió la
mano y poniéndome de pie se la tomé y sin pensarlo, la
acerqué a mis labios y le besé con devoción la mano, que
lucía uñas largas y rojas. “Yo soy Antonio”,
le dije. Me invitó un trago y del servibar sacó una bebida
que empecé a tomar.
Comencé a relajarme un poco y a
conversar, le dije que era soltero, que admiraba su show
porque se convertían en verdaderas mujeres y podrían seducir
a cualquier hombre, que le había tomado muchas fotos. Puso música
en un pequeño grabador que tenía en la mesita, apagó casi
todas las luces y me invitó a bailar. Titubee un poco y tomó
mis manos, me estiró y me puse de pie dejando mi cámara en
el sillón.
De inmediato me abrazó y sentí sus pequeños
pechos, aspiré su perfume de mujer y sentí su calor. Tomé
su cintura y quise sentirla más cerca, quería que sintiera
mi pene a punto de reventar. Bailamos varias melodías y la
cercanía, la excitación y el momento hizo que nuestros
labios se unieran. Probé el sabor de su lápiz labial, su
lengua. Sus manos me acariciaban el cuello, la cara y el
pecho, mientras yo acariciaba su espalda y su cintura.
Nos acariciamos a través de la ropa y
después de un rato sentí sus manos quitándome el cinturón
y la camisa, abriendo mi pantalón. Terminé de quitarme el
pantalón y los zapatos mientras Karina se acostaba en la
cama. Ya ni de las fotos me acordaba. Me arrodillé al pie de
la cama y acaricié sus piernas. Le descalcé y besé sus
pies. Mis labios recorrieron sus piernas, sus rodillas, sus
pies. Me subí a la cama y, acostado, seguí besando sus
piernas, mientras sentía sus manos quitándome la ropa
interior. Sus dedos acariciaban mi miembro, mis testículos,
mis nalgas.
Yo estaba en la gloria. Mis manos y mi lengua llegaban
al borde de las medias recorriéndolo todo una y otra vez. Mis
labios se fueron a sus pies y a través de las finas medias
empecé a chupar sus deditos. Sus gemidos me enloquecían.
Creo que descubrí un punto de excitación en su cuerpo,
porque se abrazó a mí y pegó su entrepierna a mi abdomen
cuando estaba chupando sus dedos.
“Espera, por favor, espera...”
me decía con su voz enronquecida. Se separó de mí y me hizo
acostar. Tenía mi pene rígido y apuntando hacia arriba. Se
quitó rápidamente la tanga y se colocó sobre mí; tomándome
el miembro con su mano derecha lo guió a su trasero, clavándoselo
despacio, muy despacio.
Yo sentía que me quemaba y me apretaba
mucho. Aunque se veía que tenía experiencia, tenía apretado
y delicioso su trasero. Me estaba cabalgando despacio. Mis
manos se iban a sus pequeños pechitos que descubrí quitándole
con suavidad el camisón y su “brassiere”. Sus piernas
estaban pegadas en mis costados y sus manos acariciaban mi
pecho.
No pude resistir mucho, tomé con fuerza su
cintura y empecé a subirla y bajarla sobre mi pene, cogiéndomela
desesperado y aumentando la velocidad. “Ahh”
grité cuando acabé en su interior. Mi orgasmo fue intenso y
mi excitación contenida me hizo eyacular gran cantidad de
esperma en su trasero.
Mientras mi pene se ablandaba se recostó
sobre mi pecho y me besó el cuello. Yo estaba agotado. “Que
envidia”, dijo una voz a mi espalda y me di vuelta,
encontrándome con Elizabeth, que vestía una lencería negra.
Karina se bajó de mi cuerpo y, a un
costado, empezó a acariciarme nuevamente. Sentí las manos de
Elizabeth del otro lado. Qué delicia, cuatro manos
acariciando todo mi cuerpo. Karina acercó nuevamente mi
cabeza a sus piernas y seguí besándole las medias. Sentí en
mi espalda unas manos que me acariciaban suavemente, era
Elizabeth.
Besaba y chupaba las medias, que estaban
mojadas de nuestro sudor. Poco a poco me acomodé en medio de
las piernas de Karina, que estaba gimiendo de excitación, y
subió sus pies a mis hombros. Ya besaba sus muslos arriba de
las medias y pude observar un miembro grande y gordo, erecto y
hasta húmedo.
Quedé sorprendido, hasta ese día
solamente había observado mi miembro. Bajo su duro pene
estaban sus testículos, muy grandes y arrugados y casi
cubriendo su ano, que estaba rojo y escurriendo en mi leche.
Acerqué un poco mi cara para observarlo de cerca. De
inmediato me llegó su olor, lo tenía a escasos centímetros
de la cara. Con mi mano derecha lo tomé y sentí un escalofrío,
estaba durísimo y babeante. Sabía que me estaba llenando los
dedos de su esperma. Lo recorrí despacio, hacia arriba y
hacia abajo, unas cuantas veces y empezó a retorcerse
gimiendo. Las manos de Elizabeth me acariciaban la nuca. En
ese momento pensé en que no me conocían bien y que nadie me
miraba; entonces le deposité un beso en la cabeza y sentí el
agridulce saborcito de sus mieles. Luego otro, y otro, hasta
que me decidí y empecé a chuparle la cabeza.
Nunca imaginé que me fuera a gustar ese
sabor, pero me agradó. Recordé como veía las felaciones en
las películas porno y empecé a recorrer con mi lengua y
labios todo su tronco hasta la base, luego recorría sus testículos
y regresaba a su cabecita. Después intenté comerlo, pero no
me cabía todo. Tenía en la boca media pene cuando las manos
de Elizabeth me empujaron para que comiera más. Me dieron
arcadas y traté de retirarme, pero su mano firme lo impidió.
Al mismo tiempo las piernas de Karina, arriba de mis hombros,
apretaban. Sus manos también me tomaron de la cabeza. “Mmm”
gemía ya fuera de sí. Empezó a saltar en la cama metiéndome
y sacándome su pene de la boca. Con una mano se la agarré de
la base para impedir que me entrara toda y empecé a
disfrutar. Sentía su fuerza y la dureza de su pene.
De repente sentí que Elizabeth se montó
en mi espalda y sus manos me tomaron de la cabeza con más
fuerza. Karina aceleró sus movimientos y en cada salto me metía
su pene casi hasta la garganta. Elizabeth puso sus dedos en mi
trasero y me asusté, de inmediato retiré mis manos y traté
de proteger mi trasero, pero quedé en una posición
desventajosa y aprovechó para atarme con algún trapo las
manos en la espalda, en tanto que Karina disminuía sus
movimientos.
Cuando estaba atado Elizabeth retomó su
lugar y me empujó hacia delante para que su pene entrara más
y más. Karina nuevamente aceleró sus movimientos, pero esta
vez sus gemidos fueron más fuertes. Sus movimientos me
clavaban en la boca el pene hasta adentro y empecé a tener
miedo de ahogarme. “Ahhh, ahhh”, gritó de
repente y sentí un chorro de leche en mi garganta. Sentí
ganas de vomitar y traté de huir, pero las manos de Elizabeth
ahí estaban para detenerme con fuerza.
“Ahhh” me entró otro
chorro, y otro más. Ahora sí sentía que me iba a ahogar.
Era mucho el semen que estaba tragando. Quise separarme y no
pude. Parece que mis intentos de huir le excitaban más porque
saltaba con mas bríos y me daba más leche. Traté de no
pensar y esperar a que terminara. Me pareció demasiado largo
su orgasmo, pero por fin terminó.
Inmediatamente retiró de mi boca su miembro y fue
entonces cuando sentí el sabor. Ya no había remedio, había
tragado el esperma de ese travesti. Tuve hasta remordimientos
en ese momento, tal vez por mis prejuicios morales y sociales,
pero ya no había marcha atrás. Quedé acostado, con un poco
de semen escurriendo por mis labios y con los
brazos atados a la espalda.
Melosamente, Karina se acurrucó conmigo y
me daba besos en el cuello y el pecho mientras acariciaba mi
espalda. Me sentía mal porque me habían obligado a tragar el
semen, pero estaba confundido porque no me había desagradado
del todo; es más, sentí mi pene totalmente erecto otra vez.
Elizabeth y Karina me lo limpiaron y me lo
acariciaban. Sus manos recorrían todo mi cuerpo una y otra
vez deliciosamente. Sus mimos y caricias terminaron por acabar
con cualquier huella de enojo y nuevamente empecé a disfrutar
de mis dos travestís. Ya tenía una enorme erección. Las uñas
largas acariciando mis testículos me volvían loco. Elizabeth
se puso en cuatro y Karina me ayudó a incorporarme; con una
mano tomó mi erecto pene y lo dirigió al trasero de
Elizabeth. Despacio la penetré, gozando de su trasero, que
también estaba apretadito. Karina me puso las manos en mis
velludas nalgas y las apretaba como si quisiera abarcarlas con
sus manos totalmente. Estaba tan excitado que le bombee un
poco más rápido que a Karina.
Inesperadamente, Karina me sacudió para que saliera mi
pene del cuerpo de Elizabeth, quien de inmediato se acostó
hacia arriba y me abrazó. Fui empujado a sus brazos. Nuestros
penes se encontraron. Estaban resbalosos. La sensación era única,
nuestros miembros parecían besarse. Me arrodillé y empecé a
moverme como si estuviera cogiendo a una mujer, tallando y
resbalando nuestros miembros. Subió sus piernas a mi cintura
y me rodeó con fuerza mientras que sus manos se iban a mis
muslos y me los sujetaba para que no pudiera deshacerme de su
abrazo. Las manos de Karina acariciaban mi espalda, mis
muslos, mis nalgas, mis testículos. Por debajo tomó mi pene
y lo bombeó varias veces haciéndome gemir. Me soltó y
enseguida sentí un chorro de líquido tibio como aceite en mi
trasero. Instintivamente apreté el esfínter y sentí una
nalgada muy fuerte, tan fuerte que me hizo gritar y saltar,
aunque no podía escapar de las piernas de Elizabeth.
Todo fue muy rápido. Me dio tres nalgadas
más y de repente lo sentí. Me había colocado la punta de su
miembro en la entrada del ano. “Nooo, nooo, por
favor”, dije. Pero era tarde, estaba indefenso.
Hasta ese momento entendí el por qué me habían atado las
manos y por qué Elizabeth me sujetaba fuertemente con sus
piernas.
Quise saltar y escapar, pero nada pude
hacer. La cabeza me entró con fuerza, potente, robándose mi
virginidad. “Por favor, por favor”, alcancé
a susurrar. “Prepárate que te la voy a dejar ir toda
mi macho”, me dijo con voz excitada. “Nooo,
nooo, nooo, ahhh, aaahhh”. Había sucedido.
Afianzando con fuerza sus manos en mi cadera, de un movimiento
me la clavó casi toda. “Aaahhh”, grité con
fuerza como nunca lo había hecho. Elizabeth me seguía
sujetando en esa vulnerable posición. Para callar mis gritos
me metió a la boca una tanga y me la ató por detrás. “Nnn,
nnn”, ya no podía gritar. Elizabeth me abrazó con
fuerza y pegó su boca a mi oído: “disfruta mi rey,
cometela toda, te va a gustar, relájate, disfrútala, porque
sigo yo”. En vano trataba de forcejear; Karina empezó
a moverse, entrando y saliendo de mi antes virgen trasero. Me
dolía muchísimo, sentía que me llegaba hasta el pecho y me
abría el estómago.
Me estaba cogiendo con fuerza. “Estás
apretadito, de veras que eras virgen, pero conmigo perdiste”,
me dijo al acelerar sus movimientos. “Aaahhh”,
gritó cuando me la clavó hasta adentro con mucha fuerza. Me
hizo daño, por el dolor lloré. Sentía ahogarme, que me
faltaba el aire. Entonces el duro miembro de Karina, clavado
hasta el fondo de mi trasero, empezó a desparramar su leche.
Me estaba llenando de esperma. Quería gritar y no
podía. Sentía su enorme pene palpitando mientras eyaculaba
en mi adolorido trasero. Sus uñas se clavaban en mi cintura.
La tortura duró unos segundos más. Cuando terminó sacó de
repente su miembro de mi cuerpo, todavía en erección. Lo sacó
rápido, y también me lastimó.
Me
dejaron adolorido, cansado y agotado. Las lágrimas me habían
salido por el dolor. Las piernas me dolían, el trasero me dolía
más aún; me sentía destrozado por dentro, como si me
hubieran partido en dos.Por un rato me dejaron descansar y
creo que me quedé dormido por unos minutos. Cuando desperté
estaba ya desatado y encima de mí estaba Elizabeth besándome,
abrazándome, acariciándome.
Mi primera reacción fue responder a los
besos, y lo hice. Acaricié su cuerpo. No me podía mover
mucho porque me dolía la espalda y el trasero. Elizabeth se
subió, acostada, entre mis piernas y nuevamente nuestros
penes se besaron. Fue cuando me di cuenta que Karina nos
acariciaba a los dos y embadurnaba nuestros cuerpos con una
crema que olía delicioso. Me excitaron nuevamente. “Pobrecito,
ya no eras virgen”, me decía melosamente al oído
mientras sentía una mano bombeando mi pene. Rápidamente me
acerqué al orgasmo, pero de repente sentí algo duro entrándome
en el ano. Sólo gemí. El pene de Elizabeth resbaló y se me
fue hasta adentro provocándome un poco de dolor. “Nnnooo”,
dije. Ya me tenía ensartado. “¿Ves? Ya te está
gustando, tu culo se acostumbró rápido a recibir verga”,
me dijo al oído. “No, lo que pasa es que estás muy
poco dotada”, le dije. Sonriendo, empezó a
bombearme despacio, como si considerara el dolor que había
sufrido.
Extrañamente el dolor había disminuido y
apenas el roce de su tronco en mis músculos me hacía sentir
un poco de dolor. Me estaba cogiendo hincada. Con suavidad tomó
mis piernas y las subió a sus hombros, ayudada por Karina. “Poco
dotada ¿¡ehh!? A ver que te parece esto” y al decírmelo
empezó a bombear mi trasero con mucha rapidez y fuerza, como
lo hacen los perros. “Espera, esperaaa, ahora nooo”.
Entraba y salía rápidamente, además de que por esa posición
me entraba hasta adentro, me la clavaba hasta el fondo con
mucha fuerza.
Mientras esto sucedía Karina se subió
sobre mi pecho, pegando su pene en mi cuerpo y en mi cara. “Te
voy a dejar bien culeado, a ver si vuelves a decirme lo
mismo”, dijo. “Nooo, despacio por favor”,
le respondí. Me tuvo así por mucho tiempo. Ya ni sentía las
piernas. Por fin terminó. Igual que Karina, me la clavó
hasta el fondo y empezó a eyacular. Aunque no la sentí tan
adentro como la de Karina, sentí que me quemaba, que su leche
era lava hirviendo que me quemaba el interior. Apenas vi un
chorro blanco que me cayó en los ojos. Karina estaba
eyaculando en mi cara. La leche me caía en la nariz, las
mejillas, los ojos, y como quise evitarlo y me moví de un
lado a otro, grandes cantidades de esperma fueron a dar a mi
cabello y hasta sentí un chorro en un oído. Olía todo a
semen y no podía abrir el ojo derecho porque también tenía
semen. Quise bajar mis piernas, pero Elizabeth no me dejó. “Todavía
no terminamos, ahora sí lo vas a disfrutar, vas a gozar de
una buena yegua”, me dijo. No había perdido su
erección y empezó a bombearme otra vez.
Ahora sí me dolía muchísimo, pero sus
movimientos eran lentos. Hubo un momento en que sentí que se
perdía la erección, pero cuando vio que Karina me retiraba
de los ojos el esperma y lo pasaba por mi pecho y mi cuello,
empezó a recuperar la erección. Estaba agotadísimo, pero el
dolor se iba convirtiendo en placer. A cada embestida sentía
un calorcito, una sensación de gozo. Llevé mis manos a su
cintura y me afiancé. Ahora yo jalaba su trasero con mis
manos para que se siguiera clavando en mi ano. Empecé a gemir
en señal de gozo, realmente estaba disfrutando de la cogida
que me daba el travesti. Después de unos minutos cambiamos de
posición. Nos acostamos y me ensartó por atrás, estando de
costado. Ya no sentía ningún dolor, sino puro placer. Karina
se acostó frente a mí, pero en posición inversa, colocando
frente mi cara su blando miembro. Su boca me quemaba cuando
chupaba mi pene. Estábamos en un 69, yo me metía todo su
pene en la boca y lo chupaba, jugaba con ese miembro dentro de
mi boca, llenándolo de saliva.
Así estuvimos por un rato, Elizabeth bombeándome el trasero,
Karina chupando y erectándome el pene, y yo ensartado por
Elizabeth y chupándole a Karina su miembro.
Cuando todos íbamos a terminar, me dejaron
acostado y se hincaron frente a mí acariciándose el miembro
y eyaculando en mi cuerpo. El semen ya no era tanto, pero me
caía a gotones en el pecho, en las piernas, en el abdomen y
en el miembro. Al sentir la leche sobre mi pene se disparó mi
orgasmo y tomándome el pene para bombearlo, eyaculé con
chorros que fueron a dar a las medias de Elizabeth.
Quedamos agotados y acostados, abrazándonos
los tres. A los pocos minutos me quedé dormido. Desperté
cuando sentí movimientos a mi lado. Karina me abrazaba y
Elizabeth, a mi lado, se besaba con un hombre delgado y muy
velludo, que había visto en el show como uno de los
presentadores. Cuando vieron que desperté se detuvieron y de
inmediato Elizabeth me abrazó y empezó a acariciarme y
besarme. Por un rato me besaron y acariciaron. Luego me
dejaron acostado y subiéndome una pierna en el abdomen me
agarraron fuertemente de los brazos. El sujeto velludo se me
subió y abriéndome con rudeza las piernas me ensartó sin
preámbulo. Me la clavó de un solo movimiento. Me dolió,
pero aguanté como todo un macho. Me mordí el labio inferior
para no quejarme cuando empezó a bombearme. El sujeto estaba
hincado y se inclinó sobre mí. Sentía sus vellos en mis
nalgas, en mis muslos y su pene en mi interior.
El dolor desapareció y empecé a gozar. Le
di un apretón cerrando mi
esfínter. “Ahhh”, gritó, sorprendido por
mi apretón. Me excité al ver su expresión y me sentí
dominante. Le di más apretones y ahora era él quien se
quejaba de placer. Karina y Elizabeth dejaron de acariciarme y
me observaban sorprendidas dándole apretones a la pija que me
poseía. Más apretones. Entonces mis manos se fueron a sus
nalgas y la sensación de
los vellos en mis dedos hizo saltar a mi pene, que ya estaba
erecto. Recorrí con mis manos parte de su espalda y acaricié
su pecho. Parecía una alfombra sexual. Subí mis piernas y
rodee su cintura y baja espalda. ¡Qué sensación de sus
vellos en mi cuerpo! Me abracé a él y acaricié su velluda
espalda mientras seguía haciéndole gemir con mis apretones.
En un apretón sentí que ya no podía apretarle igual porque
estaba creciendo. Pegué mi cara a su pecho y aspiré el
fuerte aroma de macho, abrí la boca chupando sus vellos. Mis
manos se tensaron en su espalda y lo sentí. Su delicioso
miembro empezó a depositar esperma dentro de mí al tiempo
que mi leche salía disparada bañando su alfombra de vellos a
la altura del abdomen.
“Aaahhh”, gritó con
fuerza cuando lo apreté otra vez, exprimiendo toda su leche.
Como pude metí una mano entre nuestros cuerpos para tomar sus
huevos y sentirlos entre mis dedos, sopesándolos, apretándolos
suavemente para que me dieran más leche. Finalmente quedamos
abrazados. Karina empezó a limpiarme con una toalla húmeda y
Elizabeth me besaba. El velludo, que me dijeron se llamaba
Roberto, se quedó dormido a mi lado.
“Saliste más puta que nosotras,
hasta hiciste gritar a Roberto”, me dijo Elizabeth
mientras me ayudaba a vestirme. Como pude me arreglé y tomé
mi cámara. Las dos "chicas" me besaron
efusivamente. Me dijeron que me esperarían en la noche en el
show y me comprometí a ser puntual.
Cuando salía de la habitación y caminaba
por los pasillos pensaba en todo. A cada paso me dolía el
trasero y me hacía recordar que ya no era virgen y que me había
comportado como una hembra. Me decía que tenían razón las
mujeres que dicen que ni los hombres se resisten a la pija de
un buen macho. Siempre había tenido la fantasía secreta de
cogerme a un travesti y ahora hasta me habían desvirgado a
mi. Iba pensando en todo esto cuando salí de las escaleras y
me topé con el mesero, quien me dijo: “¿quiere un
taxi? Lo dejaron para mal”. “No, estoy bien,
gracias”, le respondí.
Salí caminando sin que me perdiera de vista, tal vez
interiormente se reía al verme caminando así. Sin duda que
se imaginaba que sentía dolor y que estaba bien abierto por
la cogida que dos travestís y aquel hombre velludo me habían
dado durante varias horas. Así terminó mi aventura, a la que
siguieron otras más, pues desde esa noche mi debilidad ya no
fueron sólo los cuerpos masculinos con medias y portaligas,
sino las pijas duras y jugosas, deseosas de darme una cogida.
Espero que mi relato les haya gustado y que
me escriban quienes quieran conmigo compartir este tipo de
experiencias.
Antonio R.
Anttonio_70@hotmail.com